La realidad en que vivimos esta dominada por la imagen. A pesar de que esta dominante visual aún no ha generado un alejamiento total del texto basado en la palabra, toma una significativa influencia en el caracter de nuestro pensamiento y en el modo de construir significados. Las imágenes se entrecruzan mutuamente y al mismo tiempo citan otras ya preexistentes en el babilónico banco de imágenes. El atentado a las Torres Gemelas demuestra que en los tiempos actuales los eventos no solo se producen en función de su efecto mediático, sino que tambien son producidos por las imágenes mismas. Indudablemente, el atentado a los EEUU no hubiera tenido lugar, de no existir la televisión y/o el internet. Por otro lado, la sobrepoderosa y simbólica fuerza de los medios genera la posibilidad de desenmascarar cualquier tipo de violencia, ya sea política o simbólica.
Los trabajos de video del artista uruguayo Hector Solari son al mismo tiempo una reflexión sobre el potencial de la imagen y el principio de la figuración. Interesante resulta que el autor no se limita solo a trabajar en el video, sino que interviene en su estructura interior, vinculandola con fotografias y dibujos, creando una totalidad “collageada”.
Solari proviene de una region una y otra vez azotada por violencia y guerras civiles, por militares y dictadores. Que esa realidad pertenezca a la conciencia europea se debe entre otros, a la cantidad de escritores latinoamericanos que han alcanzado gran popularidad en el Viejo Continente. Por eso es la así planteada problemática de muerte y guerra – en el contexto de esa realidad algo exótica – nada extraño. Decisivo para el peso y el rango de la obra de Solari no es su tematica, sino su manera de aproximarse al problema propuesto. Esto se refleja tanto a nivel del lenguaje como de la interpretación. Es evidente que el autor del ciclo “Catastrophes” tiene profunda conciencia de los medios, de sus dependencias y limitaciones.
El fenómeno de la fotografía y del cine son para Solari no solo objeto de afirmación, sino impulso para una reflexión metalingüística y metavisual. Esto rige sobretodo para la fotografía, cuyo fundamento fenomenológico esta basado en la connotación con la muerte y la nada. (R. Barthes: La cámara lúcida). De este modo, la temática escatológica de los videos del artista uruguayo nos posibilitan una doble visión. No debemos olvidar que la visión de Thanatos – aunque componente y potencia de la experiencia humana – no representa una perspectiva existencial sino sobretodo mediática. La muerte ya ha pasado hace tiempo del centro a la periferia, al mundo de los marginados. Si bien la muerte, multiplicada, ha sido representada en películas, juegos de computadora o series documentales, es este un exceso de naturaleza mediática y no estética. La repetibilidad de la muerte le quita su significado existencial.
Solari tiene muy clara conciencia de este hecho. Esta es una de las razones de que su manipulación artística de documentaciones, y al mismo tiempo ficcionalizaciones de la realidad, se conviertan en un comentario indirecto y en un pasticcio de espectáculos del tipo reality-show y su retórica de medios de masas. Pero el mensaje del artista va más alla de juegos paralingüisticos como se ven hoy en dia y hasta el cansancio en las artes plásticas actuales. El fundamento de su experiencia genera una genealogía de violencia y muerte. Las “Catastrophes” se convierten así en una narración muy personal. No tratan de generar reacciones en el observador a través de una pornografía de la muerte, sino por medio de una simbología universal. Así aparecen, entre otros, el “topos” del nomadismo, el motivo de la víctima y el victimario, imágenes de ciudades destruidas o el simbolismo de las flores. Su visualizacion se unce a tramas cuyo escenario se encuentra en el espacio nomádico.
Montevideo, Zgorzelec, Frankfurt – todas son fragmentos de la realidad y fuerza de la imaginación del artista. Ellas generan territorios que se compenetran mutuamente formando un tejido postmoderno. Las ciudades así revividas – aún en estados bélicos y de amenaza – nuestra idea sobre tiempo, historia y cartografía. Son los escenarios de dramas individuales, dramas del silencio y del anonimato. Este territorio fractal esta habitado por víctimas y verdugos, moviéndose en un paisaje de ruinas, prisiones y calles intrincadas… Una y otra vez remolinean flores sobre el escenario de las catastrofes arquitectonicas. La compleja y contradictoria simbología de las flores es un elemento de unión que al mismo tiempo revela el potencial de aquello que fue y que es representado. La separación entre significado y representación se convierte en un intersticio en el que el espectador puede buscar su propia interpretación y el sentido del mensaje.
Roman Lewandowski, Cracovia, 2004